Farallones de Cali

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viernes, 4 de septiembre de 2015

OIGA, MIRE, LEA - PARTE 2

Festival Internacional de Literatura Oiga, Mire, Lea

3 de septiembre de 2015

Héctor Abad Faciolince habla sobre La Oculta, su última novela, con Santiago Gamboa.

6:20 pm, Plazoleta de la Biblioteca Departamental del Valle, lleno total. Afuera muy difícil el parqueo porque ya el sótano estaba lleno, se habilitaron los lotes traseros de la Biblioteca.


La suerte hizo que acabando de llegar me pudiera ubicar cerca a la tarima y para más fortuna, sentada.
Muchas personas optaron por sentarse en las escaleras o en el piso.

Héctor Abad Faciolince mueve público, quedó demostrado no solo con la asistencia sino también con el  gran aplauso de bienvenida que recibió. 
Santiago Gamboa, muy querido por los caleños, nos correspondió cuando dijo que se quedó en Cali porque  “es un buen vividero”.

José Zuleta abrió la charla dándole la bienvenida a los dos panelistas, muy emocionado presentando a sus amigos y recordando que su padre, el profesor y filósofo Estanislao Zuleta,  fue amigo de Héctor Abad Gómez, padre de Héctor Abad Faciolince.


Posteriormente Santiago Gamboa inició la charla que se centró en La Oculta y en temas sobre el oficio del escritor y matizada también con algunas anécdotas de los dos escritores. 
Una charla de aproximadamente hora y media, muy interesante y amena.

Algunos apartes:

Pregunta Santiago Gamboa sobre La Oculta: “¿es una novela o es una crónica familiar?”

Responde Héctor Abad Faciolince: “Bueno, yo me quedé pensando en la respuesta de Juan Marsé de que es un buen escritor, yo lo que pienso de eso es que un buen escritor, sobre todo un buen poeta, pero un buen escritor en general, es el que logra combatir al mal escritor que lleva dentro, yo creo que todo el mundo lleva dentro un escritor muy malo y a uno se le salen cosas muy malas al escribir, tú no puedes escribir muy mal, yo sé que soy capaz de escribir muy mal y por eso he botado tantos libros y por eso escribí un libro que se llama Basura, que está hecho a punta de puros fracasos de un escritor que siente que escribe muy mal. Entonces yo libro así una lucha contra lo que a mí no me gusta, o contra lo que a mí, comparado con lo de los escritores que de verdad me gustan, me parece absolutamente miserable, me sigue pareciendo así, me sigue pareciendo muy malo, pero por lo menos ya no me da tanta pena, ya no me da tanta vergüenza.
La Oculta es… La Oculta es lo que me salió en ese momento, es lo que me salió en estos años, es un libro hijo de una obsesión que tenemos mucho los antioqueños y que yo creo que en parte en el Valle también tienen, que es la obsesión por tener un pedazo de tierra. La obsesión por el apego a un paisaje y a un sitio que uno quiere mucho. Bueno, la gran novela colombiana  del siglo XIX es María, y María también gira, pues alrededor de una muchacha, de un amor, pero también de una finca…”
“…de alguna manera a mí me interesaba rastrear la historia del pueblo a donde habían llegado los antepasados de mi papá que se llama Jericó y que fue fundado en 1861, y que, bueno y que tiene que mucho que ver con también los pueblos de acá. Mi papá… mi abuelo, salió de Jericó en 1930, en la crisis de los 30 o 31 y se fueron a vivir a Sevilla, pues en realidad, mi papá y mi abuelo y mi bisabuelo fueron pueblerinos, eran campesinos y tenían fincas y ser campesino y tener finca para nosotros es muy importante pero cuando es realmente alguien que trabaja la finca, como era el caso de mi abuelo y de mi bisabuelo, que trabajan con peones, pero que trabajan en la finca y que pasan buena parte de la semana en la finca, pues a mí eso me pesaba, saber como la generación de mi papá había podido por primera vez ir a la universidad, ya mi abuelo había podido ir a la universidad, pero en el primer año de medicina se tuvo que salir porque el papá de él se murió de tifo en la finca, en Jericó, entonces el tuvo que ir a encargarse de la finca y no estudió nada y cuando mi papá que era el hijo mayor de él fue a ir a la universidad pues estudió medicina como el papá, para realizar el sueño de su padre. Luego nosotros, bueno ese abuelo tuvo ocho hijos, esa finca la partieron, ya no queda casi nada, pero nosotros vivimos muy apegados a esa finca que nos dejó mi abuelo, que no se llama La Oculta, sino que se llama La Inés. La Inés es un nombre vulgar, feíto, si hay muchas Inés aquí me perdonan, pues el nombre de mujer es bonito pero para finca no es tan bonito. La Oculta por lo menos era más bonito, le puse La Oculta que era el nombre de la finca de unos primos míos…”



Al final Héctor Abad leyó un fragmento de La Oculta, del que solo pude captar:


 “…Todo el mundo me dice que yo vivo en Nueva York y que más podría querer uno sino vivir en Nueva York y sin embargo yo sueño con La Oculta todas las semanas, una o dos veces al mes por lo menos, pues la llevo por dentro aunque no viva allá. Sueño que nado en el lago o en el río contra la corriente. Sueño que monto a caballo sin camisa, que me subo a los árboles de mango y  como mango sin descanso, que es como morder el corazón amarillo y la sangre amarilla y dulce chorrea por el mentón, por la garganta, por el pecho. Sueño que ordeño las vacas, que trepo por las peñas rápido casi ingrávido, sueño incluso que vuelo por el aire y veo La Oculta desde los ojos de un gavilán. Mis hermanas me dicen que ellas sueñan también cosas muy parecidas. La Oculta es soñada, La Oculta es como un sueño que se vive y también, si tengo fantasías de cómo será mi vida en el futuro, me veo siempre caminando o montando a caballo alrededor de la finca, allá lejos del mundo, en la zona cafetera, como si no me quedara más remedio que regresar a morirme allí entre las piedras, donde están enterrados mis progenitores, seguro yo voy a ser el último de los Ángel, al menos por esta rama de la familia. Y el último de los Ángel tiene que tener su tumba allá, en La Oculta, la tierra que a todos nos dolió, la que permitió que mi padre fuera médico y mis tíos ingenieros o abogados, a la que le debo incluso la posibilidad de haber tenido un violín desde niño y más tarde de haber venido a vivir aquí, en Nueva York, donde a ratos me pudro de frío y de nostalgia por no estar allá en La Oculta… así como mialgia es dolor de los músculos, así mismo nostalgia es el dolor del regreso. Todos los viajes, todos mis viajes, son viajes de regreso, así dijo un profeta de mi tierra”

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